Juan Fernando Subirana y Miguel Fernández, dos analistas del sector energético, remarcan la complejidad de la crisis económica que atraviesa Bolivia señalando que, lejos de ser un fenómeno reciente, hunde sus raíces en más de una década de políticas marcadas por el constante déficit público y la falta de planificación a largo plazo.

 

EDICIÓN 137 | 2024

Vesna Marinkovic U.

 

La economía boliviana atraviesa una crisis estructural que, lejos de ser un fenómeno reciente, hunde sus raíces en más de una década de políticas marcadas por el constante déficit público y la falta de planificación a largo plazo. Esta situación ha desencadenado un escenario de incertidumbre, agravado por la caída de las reservas internacionales y la volatilidad del mercado paralelo, según coinciden analistas del sector como Miguel Fernández y Juan Fernando Subirana en su lectura sobre la realidad nacional.

 

Para Fernández, un elemento central de esta crisis es el sector energético, que ha oscilado constantemente entre modelos de capitalización y nacionalización. Estas decisiones pendulares han provocado, en su criterio, ineficiencias y problemas estructurales recurrentes, dejando al país en una situación crítica. “Por ejemplo, hemos perdido oportunidades clave para hacer más competitivas las energías renovables y gestionar de manera eficiente los subsidios energéticos”, señaló.

 

PROPUESTAS PARA LOS HIDROCARBUROS

 

Juan Fernando Subirana, a su turno, destacó que entre las medidas sugeridas para enfrentar esta crisis persiste la necesidad de actualizar la Ley 3058. “Este marco legal, clave para la industria de los hidrocarburos, debe adaptarse al contexto actual para atraer inversiones y fomentar la competitividad”, dijo además de señalar la importancia de gestionar estratégicamente la reversión del flujo del ducto Bolivia-Argentina, lo que podría posicionar al país como un actor clave en el transporte de gas desde Vaca Muerta (Argentina) hacia Brasil.

 

Con la infraestructura y el conocimiento humano ya existentes, Bolivia podría capitalizar esta oportunidad y convertirse en un eje de interconectividad regional, subrayó Subirana.

 

LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA COMO OPORTUNIDAD

 

Para Fernández, paradógicamente la crisis ha impulsado de manera indirecta el desarrollo de energías renovables y nuevas tecnologías, como la electromovilidad y la generación distribuida. Aunque reconoció que este avance es limitado en Bolivia, subrayó que el aumento en los precios de los combustibles fósiles está haciendo más competitiva la adopción de alternativas limpias. Por ejemplo, dijo, el uso de energía solar fotovoltaica y vehículos eléctricos se ha acelerado, especialmente en sectores donde los precios de la gasolina han alcanzado niveles insostenibles.

 

De esta forma, Fernández dijo que la transición energética en Bolivia llega, si se quiere, “a la mala”, frente a la incertidumbre de reactivar en el corto plazo los campos gasíferos en el país y presionados también por temas medioambientales.

 

ROMPER CON LA OSCILACIÓN ENTRE EXTREMOS

 

La lectura de ambos analistas dejó claro que un punto clave en el debate es la necesidad de superar la constante oscilación entre enfoques estatales y de mercado, así como entre hidrocarburos y energías renovables. En criterio de Fernández, esta pendularidad no ha dejado de afectar la construcción de una estrategia coherente y sostenible para el sector energético y la economía en general.

 

Dijeron que al cierre de la presente gestión, Bolivia enfrenta el desafío de transformar la crisis en una oportunidad para reformar su sector energético y construir un modelo económico más sostenible. La transición hacia energías renovables, combinada con una gestión estratégica de los hidrocarburos, podría ser la clave para superar las dificultades actuales y garantizar un futuro más promisorio para el país.

 

Bolivia enfrenta el desafío de transformar la crisis en una oportunidad para reformar su sector energético y construir un modelo económico más sostenible…”

 


RECOMENDACIONES PARA EL FUTURO

 

1. Equilibrio y sostenibilidad: Bolivia necesita combinar lo mejor de ambos modelos: un sector estatal eficiente que coexista con un mercado que fomente inversiones. Esto requiere políticas claras y estables.

 

2. Marco regulatorio atractivo: Actualizar la Ley 3058 no solo atraerá inversiones, sino que también fomentará la diversificación de la matriz energética hacia fuentes renovables.

 

3. Ventanas de oportunidad: Incentivos fiscales, subsidios dirigidos y campañas de concienciación pueden acelerar la transición hacia tecnologías limpias.

 

4. Infraestructura regional: Potenciar proyectos de transporte de gas y energía que refuercen la posición de Bolivia como un actor clave en Sudamérica.

 

5. Integración de energías renovables: Apostar por proyectos a gran escala que generen empleos, reduzcan costos y disminuyan la dependencia de los hidrocarburos.

 

6. Institucionalidad energética: Establecer mecanismos de gobernanza transparentes para garantizar una gestión eficiente y responsable de los recursos energéticos.”

 

“…la crisis también ha impulsado de manera indirecta el desarrollo de energías renovables y nuevas tecnologías, como la electromovilidad y la generación distribuida”.

 

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