El problema para la transición está en que la preeminencia de los combustibles fósiles no tiende a cambiar significativamente en el tiempo, dicen los expertos Miguel Fernández y Gustavo Rodríguez de ENERGÉTICA.

 

  EDICIÓN 98 | 2021


Vesna Marinkovic U.

 

Parten afirmando que en la última Prospectiva Energética de América Latina y el Caribe, que acaba de presentar la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE, 2019), puede constatarse que la matriz de consumo de energía final de toda la región estuvo cubierta hasta un 65,4% por energéticos fósiles el año 2017; haciendo notar que esta proporción sube al 76,6% en el caso de la Zona Andina en el mismo año.

 

“El problema está en que esta preeminencia de los combustibles fósiles no tiende a cambiar. En efecto, en un Escenario de Políticas Actuales (EPA), según la prospectiva, se prevé que la proporción de los combustibles fósiles baje al 61,1%”, dijeron.

 

ESCENARIOS MUY ALEJADOS

 

Consideran que, en este marco, son escenarios muy alejados de la -cada vez más urgente- transición energética, a pesar de que los países latinoamericanos han comprometido reducir sus emisiones de carbono por medio del instrumento denominado Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por su sigla en inglés).

 

De hecho, remarcan, que al contrastar esos compromisos con las políticas energéticas diseñadas y aplicadas en todo los países de la región, Fabio García de OLADE sostiene que: “…considerando la magnitud de los porcentajes de reducción expresados en las NDCs, individuales de los países, se concluye que las políticas actualmente vigentes son insuficientes a los efectos de alcanzar los objetivos propuestos en dichas NDCs”

“La situación de Bolivia tampoco es muy promisoria. La política energética boliviana tiene dos lineamientos generales: el primero, la exportación de gas natural y su mayor utilización en el mercado interno; y segundo, el desarrollo de la industria eléctrica con miras a producir electricidad para exportación, por supuesto, sin desatender los requerimientos nacionales”, dice Fernández.

 

Rodríguez indica que estos lineamientos, aparte de prestar atención a los mercados de exportación, se han concretado en ampliar las redes de gas natural domiciliario, en el fomento y mayor introducción del gas natural vehicular, y en el aumento de la capacidad instalada en generación eléctrica, principalmente, basada en las termoeléctricas a gas natural. “El emplazamiento de plantas solar fotovoltaicas y eólicas, en este marco, solo han tenido una incidencia marginal”, precisa.

 

NO HAY VISOS DE CAMBIO

 

Consideran que, hacia futuro, independientemente del signo de los gobiernos, no hay visos de que las políticas energéticas bolivianas, sus programas y proyectos en cartera vayan a cambiar.

 

Esto debido a la abundancia de reservas de gas natural en relación al consumo interno boliviano, la infraestructura desarrollada en el país para su mayor utilización, el establecimiento de precios bajos para consumo interno y más bajos para generación eléctrica así como las complicaciones socio-ambientales que la construcción de hidroeléctricas conlleva o los retornos financieros rápidos que permite una termoeléctrica a gas natural.

 

En este marco, señalan que “no es exagerado concluir que la industria energética boliviana -al margen del imperativo de la transición energética- seguirá dependiendo del gas natural por muchos años más.”

 

¿ES POSIBLE LA TRANSICIÓN EN BOLIVIA?

 

En estas circunstancias, confrontados a pensar si es posible una transición energética en Bolivia, sostienen que a fin de precisar lo que ello conllevaría y estimar la magnitud de los desafíos para una transición energética en Bolivia, se ha realizado un análisis prospectivo para el periodo 2017 – 2040 con base en un Escenario de Gasificación Alta (EGA), es decir, suponiendo la más amplia y mayor utilización del gas natural en todo los procesos económicos y las actividades humanas que se realicen en el país.

 

Indican que las proyecciones señalan que la oferta total de energía primaria en Bolivia casi se duplicará para el año 2040 (ver Tabla 1); resultando que para dicho año, los combustibles fósiles llegaran a cubrir hasta el 96,6% de la oferta total, cuando el año 2017 solo cubrían el 90,7% (ver Tabla 1).

 

“La revisión por fuente energética, muestra que respecto a la oferta primaria de 2017, la de gas natural se duplicará y la de petróleo crecerá en 1,6 veces; en tanto que la oferta de hidroenergía decaerá y, aquí lo destacable, la producción de las Energías Renovables No Convencionales (ERNC) aumentará en más de ocho veces”, dice Fernández.

 

“…las proyecciones señalan que la oferta total de energía primaria en Bolivia casi se duplicará para el año 2040…”

 

 

Sin embargo, hace notar que el excepcional crecimiento de las ERNC, implica que el año 2040 representarán solo el 0,35% de la matriz de energía primaria; remarcando que este porcentaje, junto al de la hidroenergía y la biomasa, hace que las energías renovables signifiquen solo el 3,36% de la energía primaria del 2040, porcentaje menor al 9,3% que representaban el año 2017 (ver Tabla 1).

 

Indican que la prospectiva en función del consumo de energía final muestra que el volumen consumido el año 2017 también duplicará para el año 2040 (ver Tabla 2) y agregan que la preeminencia de los combustibles fósiles en esta matriz, en el mismo periodo, al igual que lo sucedido con la energía primaria, irá también en aumento: del 92,9% el año 2017 al 95,8% el año 2040.

 

Destacan que la mayor disponibilidad de gas natural en forma de energía primaria (Tabla No. 1) se refleja en la matriz de consumo (Tabla 2 y Apéndice A) en su mayor utilización directa, por ejemplo, como combustible para cocinar, para generación eléctrica o para el transporte.

 

“Si bien, de acuerdo a los proyectos energéticos en curso, se puede prever que la generación eléctrica con ERNC aumentará, el consumo de electricidad renovable disminuirá porque se prevé que la generación a gas natural aumentará más que la generación hidroeléctrica, lo que hace que en conjunto la proporción de las renovables disminuya”, precisan y agregan que también se prevé la caída del uso de la biomasa, esto debido a la migración hacia los centros urbanos que ocasiona una rápida reducción de la población rural del país.

INCUMPLIMIENTO

 

Destacan que ante estos resultados del análisis prospectivo, aunque el gas natural emita menos carbono que los derivados del petróleo, es evidente que las emisiones de gases de efecto invernadero en Bolivia aumentarán lo que implica el incumplimiento de su NDC y del Acuerdo de París.

 

“Incluso asumiendo que el Acuerdo de París, en aras de aplicar “la equidad y el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas” (UNFCCC, 2015) asume que los países en desarrollo, “tardaran más” en lograr su “punto máximo” de emisiones; solo puede concluirse que Bolivia avanza en un franco alejamiento de la —cada día más urgente— transición energética”, subrayan.

 

Tanto es así, dicen, que de aquí a 20 años, no solo no se habrá iniciado la descarbonización de sus matrices energéticas sino que, por el contrario, habrá aumentado la participación de los combustibles fósiles en la mismas.

 

“…aunque el gas natural emita menos carbono que los derivados del petróleo, es evidente que las emisiones de gases de efecto invernadero en Bolivia aumentarán…”

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