La CEPAL remarca que América Latina y el Caribe se caracteriza por su rezago tecnológico y su especialización productiva en bienes de baja intensidad tecnológica, intensivos en recursos naturales o en trabajo de más escasa calificación.

 

  EDICIÓN 89 | 2020


ENERGÍABolivia

 

Su análisis arranca señalando que en la mayor parte de los países en desarrollo, y de América Latina y el Caribe en particular, las crisis económica, social y ambiental están enraizadas en un sistema de desigualdades y una rígida cultura del privilegio, tanto en la esfera internacional como en la de las economías nacionales.

 

Sostiene que a nivel internacional, esta desigualdad se expresa en un sistema centro-periferia con elevadas asimetrías entre países y regiones en materia de capacidades tecnológicas y productivas y de poder político y financiero. Agrega que esas asimetrías comprometen la estabilidad del sistema y la expansión del comercio y la inversión.

 

“América Latina y el Caribe se caracteriza por su rezago tecnológico y su especialización productiva en bienes de baja intensidad tecnológica, intensivos en recursos naturales o en trabajo de más escasa calificación. La región no ha logrado la convergencia tecnológica con las economías en la frontera tecnológica y su rezago aumentará en la medida que no logre acompañar la aceleración del progreso técnico en ellas”, subraya.

 

Explica, en este marco, que la demanda de los bienes en que se especializa la periferia es menos dinámica en los mercados internos y externos, y que la especialización genera con el tiempo (si no hay políticas que la corrijan) menos aprendizaje y menores aumentos de la productividad.

 

La CEPAL dice en el documento denominado “Construir un nuevo futuro, una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad” que por tener una demanda menos dinámica y más inestable en el comercio internacional, las exportaciones de la periferia crecen menos que las importaciones que demanda su crecimiento.

 

“Surgen así desequilibrios en cuenta corriente, agravados por desequilibrios en la balanza de rentas, que frenan el crecimiento. Si bien la restricción externa no es operativa en todo momento, tiende a ser la más importante en el largo plazo. La tasa de crecimiento de la periferia que es compatible con el equilibrio de su balanza básica es la tasa máxima de crecimiento compatible con la restricción externa.

 

ABSORVER TECNOLOGÍA Y DESARROLLAR CAPACIDADES

 

En esta línea destaca que el mensaje central del estructuralismo se mantiene vigente: la periferia debe aplicar políticas industriales y tecnológicas para absorber tecnología y construir capacidades tecnológicas endógenas, diversificar su estructura productiva, cambiar su patrón de especialización y superar así la restricción externa por la vía de la diversificación de exportaciones crecientemente intensivas en conocimiento e innovación y con mayor valor agregado. Agrega que estas capacidades deben provenir tanto de la difusión de las tecnologías existentes como de políticas potentes de innovación.

 

Destaca que la restricción externa está asociada, además, a asimetrías financieras en el sistema internacional, señalando que la periferia no emite una moneda que sea aceptable en el sistema internacional como moneda de reserva. Por ese motivo, acota que ante un déficit externo la periferia debe endeudarse en moneda extranjera: el llamado “pecado original”.

 

Señala que si el déficit persiste por mucho tiempo y la relación entre el servicio de la deuda externa y el ingreso de divisas por exportaciones aumenta, entonces la periferia se verá obligada a reducir su tasa de crecimiento para evitar una crisis cambiaria y financiera, precisando que esto le imprime un fuerte sesgo recesivo a la economía internacional, ya que los ajustes recaen enteramente sobre los países deficitarios no emisores de moneda de reserva mundial y se traducen en una contracción del crecimiento económico de esos países.

 

Hace notar que situaciones de elevado endeudamiento externo, cuando el peso del ajuste recae solamente sobre el deudor a través de políticas de austeridad, exacerban este sesgo recesivo.

 

EL CÍRCULO VICIOSO

 

Refiere más adelante que una economía menos dinámica, menos diversificada y basada en sectores de menor intensidad tecnológica tiende a generar poco aumento del empleo formal, así como empleos de menor calidad y un reducido poder de negociación de los asalariados. “Todo esto se combina para deteriorar la distribución funcional del ingreso y, con ella, la demanda agregada”, dice.

 

Agrega que paralelamente, desde los años setenta, los temas ambientales han ocupado un lugar de mayor importancia en la tradición estructuralista y cita los trabajos de Sunkel (1979) que enfatizaron la dimensión ecológica del estilo de desarrollo; y de Prebisch (1980) alertando que el crecimiento basado en los combustibles fósiles encerraba un “engaño” en la medida que existía un “extraordinario crecimiento de la productividad a expensas de la biosfera” y que “debido al designio de desarrollarse a imagen y semejanza de los centros, han surgido en la periferia los mismos problemas que la biosfera está planteando en aquellos”.

 

“…promover un sendero de crecimiento menos intensivo en carbono, menos intensivo en recursos naturales y compatibles con la capacidad de carga del planeta”



 

De esta forma remarca que las tempranas advertencias de diversos analistas de los problemas del desarrollo no fueron atendidas y que se han rebasado, en muchos casos, los límites críticos de contaminación y deterioro de los sistemas ecológicos.

 

El mismo documento precisa que estos límites pueden expresarse en términos de una tasa máxima a la que la economía mundial puede crecer sin poner en peligro la estabilidad de los ecosistemas, dada la evolución de las emisiones por unidad de PIB. Esta última es función de la intensidad y dirección del avance tecnológico, así como de los patrones de producción y consumo. “Para cada tasa de crecimiento del centro, todo lo demás constante, es posible encontrar la tasa máxima a la que podría crecer la periferia para no sobrepasar los límites ambientales. Esa tasa máxima es la frontera ambiental centro-periferia”, indica.

 

Agrega que, en otras palabras: la tasa máxima a la que puede crecer la periferia sin comprometer la estabilidad del sistema biofísico del planeta, dado el crecimiento del centro y la tasa de progreso técnico, es la tasa de crecimiento de la sostenibilidad medioambiental y subraya que esta será mayor si el centro crece menos, si el progreso técnico es capaz de generar más rápidamente innovaciones ambientales, y si los cambios en los patrones de producción y consumo ayudan a reducir las emisiones y la destrucción del medioambiente por cada unidad de aumento del producto.

 

Considera que la tasa a la que crece el centro debe ser parte de una negociación amplia sobre medio ambiente, basada en el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas y que el espacio para el crecimiento de los países en desarrollo debería ser necesariamente mayor que el de los países desarrollados.

 

“Si hay, en términos amplios, un “presupuesto de carbono” global limitado, su asignación debería privilegiar los países de menores ingresos per cápita. Un aspecto clave en el movimiento hacia afuera de la frontera de sostenibilidad ambiental es la dirección del progreso técnico”, destaca afirmando que los incentivos y la inversión pública deben alinearse para que los esfuerzos de innovación y difusión de tecnología se orienten en el sentido de promover un sendero de crecimiento menos intensivo en carbono, menos intensivo en recursos naturales y compatibles con la capacidad de carga del planeta.

 

“…una economía menos dinámica, menos diversificada y basada en sectores de menor intensidad tecnológica tiende a generar poco aumento del empleo”

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