El cuánto y cómo le afecta la presente crisis a la región, depende más del propio desempeño interno de los países que de factores externos, apunta la CEPAL, remarcando que esta debe servir para reformular la estrategia de desarrollo en la región.

 

  EDICIÓN 94 | 2021


ENERGÍABolivia

 

Señala que visto en perspectiva, las perturbaciones externas que ha experimentado América Latina han sido muy intensas y se han dado en el contexto de una limitada cooperación financiera internacional, especialmente si se compara con la crisis del Atlántico Norte.

 

Sin embargo, agrega que han sido menos fuertes que en las crisis previas si se considera el financiamiento externo privado y los términos de intercambio. En este último caso, considera que la fuerte caída de los precios del petróleo ha afectado, como es obvio, a los países exportadores de este producto, pero ha beneficiado a un conjunto mayor de países importadores.

 

“Hubo una contracción inicial del volumen de comercio internacional, aunque menos profunda que durante la crisis del Atlántico Norte (o de la Gran Depresión, que no es una comparación adecuada en este caso).”, dice el documento denominado El COVID-19 y la crisis socioeconómica en América Latina y el Caribe.

 

LIMITADO DINAMISMO

 

En este marco, refiere que es posible que el limitado dinamismo del comercio que ha caracterizado la economía mundial desde entonces se acentúe, pero destaca que podría haber oportunidades para algunos países de la región debido a la relocalización de las cadenas de valor.

 

“Por su parte, las remesas de trabajadores migrantes se han comportado mucho mejor que durante la crisis del Atlántico Norte. Por lo tanto, como un todo, las perturbaciones de origen externo han sido menos adversas en el contexto de la pandemia de COVID-19 que durante las dos crisis de larga duración e, incluso, durante las crisis más cortas”, remarca el estudio.

 

UNA NUEVA DÉCADA PERDIDA

 

Para la CEPAL, esto significa que la intensidad de la crisis obedece más a factores internos de los países latinoamericanos. Entre ellos, indica que debe incluirse que la región se convirtió en el epicentro mundial de la pandemia entre junio y agosto (en el momento de escribir este ensayo, la tendencia regional era favorable y el epicentro se estaba desplazando hacia otras regiones).

 

Dice que, de manera similar, las limitaciones de las políticas nacionales, caracterizadas por la inacción o limitada acción en algunos casos y, más en general, por las debilidades de los sistemas de salud y la incapacidad para adoptar políticas fiscales más agresivas. contribuyen también a explicar el resultado adverso. Sostiene que aún más importante es el hecho de reconocer que la crisis golpeó a la región después de un lustro de pobre desempeño. En este marco, afirma que esto contribuye a explicar por qué, en vez de una crisis de dos o tres años, la región experimentará una nueva década perdida en 2015-2024. Más aún, afirma que la crisis cierra tres décadas de lento crecimiento económico, durante las cuales ha sido la región del mundo en desarrollo con el peor desempeño.

 

Según la CEPAL, esto indica que, más allá de la crisis actual, hay que modificar en profundidad los patrones de desarrollo de la región. “Esto es lo que ha señalado las Naciones Unidas (2020), con base en los aportes de la CEPAL, así como el Consenso Latinoamericano 2020 (Casilda Béjar y otros, 2020)”, refiere.

REFORMULAR LA ESTRATEGIA DE DESARROLLO

 

En este marco, sostiene que la crisis del COVID-19 debe servir como punto de partida para reformular la estrategia de desarrollo de la región, partiendo con siete objetivos básicos: i) mejorar las políticas sociales y dar un impulso al empleo decente, con el propósito de reducir los altos niveles de desigualdad; ii) aumentar para ello los niveles de gasto público financiados por estructuras tributarias más progresivas; iii) adoptar políticas de desarrollo productivo más activas apuntaladas por una estrategia agresiva de investigación y desarrollo; iv) impulsar políticas anticíclicas más pronunciadas que reduzcan la vulnerabilidad de las economías frente a las crisis; v) poner en marcha una estrategia de integración regional profunda, que ayude a diversificar la actividad productiva en un contexto de lento crecimiento del comercio internacional; vi) adoptar una política ambiental ambiciosa, que impulse el cumplimiento de los acuerdos internacionales sobre lucha contra el cambio climático y protección de la diversidad, y vii) lo más importante, ser firme en la defensa de los valores y las instituciones democráticas.

 

NUEVO ORDEN

 

En este maraco hace énfasis en que el paulatino desplome del orden económico neoliberal internacional, a causa de la crisis provocada por el COVID-19, podría estar dejando paso a un “nuevo” nuevo orden económico internacional (NNOEI), remarcando que el orden económico internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial, basado en las instituciones de Bretton Woods, comenzó su declive en la década de 1970.

 

Hace notar que en las décadas de 1980 y 1990, una vez que los programas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y el desplome del bloque socialista dieron por terminada la etapa de desarrollismo en el Tercer Mundo, surgió un nuevo orden económico internacional “neoliberal” basado en dejar al mundo entero expuesto a las fuerzas ilimitadas del mercado.

 

“Sin embargo, el nuevo orden mundial comenzó a perder fuerza lentamente casi inmediatamente después de su surgimiento”, dice remarcando que el gran entusiasmo por la globalización que generó en 1995 el surgimiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en reemplazo del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), se enfrió rápidamente a raíz de los desacuerdos entre los países ricos y los países en desarrollo durante las conferencias ministeriales posteriores y de las manifestaciones contra la globalización alrededor de las sedes de las conferencias, en particular en Seattle (1999), Cancún (2003) y Hong Kong (2005).

 

Recuerda que a esto pronto le siguió la crisis financiera mundial de 2008, que socavó la confianza en el sistema neoliberal, caracterizado por la apertura de los mercados financieros internacionales.

 

“Desde la década de 2010, el ascenso de China, que responde a un orden económico que en esencia difiere del neoliberalismo, si bien no es totalmente incompatible con él, también ha planteado un complejo desafío a la ortodoxia neoliberal”, puntualiza acotando que la crisis del coronavirus (COVID-19) en 2020 ha puesto de manifiesto aún más debilidades del sistema neoliberal, y ha obligado a numerosos países a reflexionar sobre la manera en que organizan sus economías y sus sociedades.

 

“…la crisis del COVID-19 debe servir como punto de partida para reformular la estrategia de desarrollo de la región…”

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